La historia de Benidorm
Benidorm: de pueblo pesquero a capital mundial del bronceado
Si hoy mencionas Benidorm, probablemente pienses en rascacielos, jubilados británicos en chanclas con calcetines, y noches que empiezan con una sangría y terminan con un “¿dónde está mi hotel?”. Pero no siempre fue así. La historia de Benidorm es una mezcla fascinante de tradición mediterránea, visión urbanística y, por supuesto, mucha crema solar.

1. Érase un pueblo chiquitito (y con más redes que turistas)
Allá por el siglo XIV, Benidorm era poco más que un grupo de casas de pescadores que salían al mar con más fe que GPS. Vivían de lo que pescaban y de evitar a los piratas, que en aquella época eran el equivalente a los guiris borrachos: llegaban en barco, hacían ruido, y se llevaban lo que podían.
Durante siglos, la pesca fue la gran protagonista. En particular, la almadraba del atún —una técnica de pesca tradicional— fue la joya económica del pueblo. Tan importante era, que el escudo de Benidorm todavía presume de un atún. Todo un homenaje al sushi local.
2. El alcalde visionario (o cómo pasar de las redes de pesca a las redes hoteleras)
El verdadero cambio llegó en los años 50 con Pedro Zaragoza Orts, un alcalde con más visión que un influencer con dron. Cansado de ver cómo su pueblo sobrevivía a duras penas, se subió a una Vespa y condujo hasta Madrid para convencer a Franco de permitir el uso del bikini en la playa. (Sí, esa historia es real. Y sí, lo hizo en Vespa. Siete horas de viaje y ni un solo radar de tráfico).
El bikini fue solo el comienzo. Zaragoza impulsó el plan urbanístico de 1956, que apostó por construir en vertical. Así nacieron los rascacielos y Benidorm se convirtió en una especie de Manhattan con chanclas. De repente, aquel pueblito pesquero se transformó en un imán para el turismo internacional.
3. Los años dorados: guiris, sol y verbena
En los 60 y 70, Benidorm explotó —figurativamente, por suerte— como destino turístico. Británicos, alemanes y españoles del interior descubrieron el poder curativo del Mediterráneo, las siestas, y los all inclusive.
Mientras tanto, los habitantes locales pasaron de remendar redes a alquilar apartamentos. El mar seguía allí, pero ahora el botín eran los visitantes.
El eslogan “Benidorm, sol de Europa” se hizo realidad. Y con razón: el lugar presume de más de 300 días de sol al año. Ni el mismísimo Apolo se lo podría haber currado mejor.
5. Conclusión: del atún al autotune
Benidorm ha pasado de pescar peces a pescar turistas, de rezar por viento favorable a tener wifi gratuito, y de luchar contra piratas a lidiar con los precios del parking. Pero sigue siendo lo mismo en esencia: un rincón del Mediterráneo donde la vida se toma con sol, risas y un toque de surrealismo.
Así que la próxima vez que pasees por su paseo marítimo, recuerda: bajo cada rascacielos hubo una barca, y bajo cada sombrilla, una historia que empezó con un tipo en Vespa y un bikini revolucionario.